MUCHOS VEN LO QUE PARECES, POCOS SIENTEN LO QUE ERES...

Datos personales

Mi foto
Sevilla, Andalucia, Spain
"El éxito es conseguir lo que se desee. La felicidad es apreciar lo que ya se ha conseguido"

sábado, 29 de diciembre de 2007

((♥)) ((♥)) UN NUEVO SUEÑO ((♥)) ((♥))

((♥)) Quizás dé lo mismo si se trata de un año nuevo ...... o de un nuevo grupo de pertenencia, ...... de un nuevo lugar donde vivir, ...... de un nuevo amigo, ...... o de una nueva pareja. ((♥)) Nada puede ser realmente NUEVO, si uno lo vive desde VIEJAS ACTITUDES. Por eso te deseo y nos deseamos... ((♥)) Que no se nos vaya nuestro tiempo de vida en asuntos que realmente no valgan la pena. ((♥)) ((♥)) Nadie vino a este mundo... ..... a encerrarse en un lugar seguro ..... a lograr la aprobación de los demás ..... a “matar el tiempo” ((♥)) El tiempo es algo MUY PRECIOSO: ((♥)) Un recurso NO RENOVABLE ((♥)) Que miremos hacia atrás sólo para cerrar los asuntos pendientes. ((♥)) ((♥)) Es el único modo, en que el pasado puede realmente PASAR ..... decir lo largamente callado, ..... hacerse cargo de los errores y pedir disculpas, ..... reconocer lo recibido y dar las gracias, ..... comprender lo no comprendido, ..... dejar ir lo que YA NO ES. ((♥)) Cerrar lo inconcluso, es comenzar a hacer espacio para lo Nuevo. ((♥)) Sepamos pedir ayuda cuando la necesitamos, para volver a pararnos sobre nuestros propios pies. ((♥)) Dejarnos ayudar es un buen antídoto contra la omnipotencia o la necedad. ((♥)) Que SEPAMOS ayudar a quien lo necesite .... .... sin perdernos en el otro. .... sin invadir, ni manipular, .... sin generar dependencia. .... sin forcejear para que nadie cambie, lo que no está dispuesto a cambiar. ((♥)) Ayudar requiere el ejercicio de una solidaridad inteligente, consciente de sus trampas y de sus límites. ((♥)) Que permanezcamos abiertos a encontrar verdaderos compañeros de Camino, afines a nuestra más íntima Esencia. ((♥)) Como decía Vinicius: “La vida es el arte del encuentro” ((♥)) ..... No nos escondamos de la Vida. ((♥)) Vivir VIVO es poco frecuente entre los humanos. Lo logran quienes trabajan para abrir su sensibilidad y su conciencia. ((♥)) Que seamos parte de aquellos que, más que un “Año Nuevo”, celebran cada día un DÍA NUEVO, intensamente VIVOS. Este mensaje que esta circulado por distintos lugares del mundo, forman parte de nuestra red humana virtual, sin fronteras. ((♥)) Como ves, no estás solo .... Y es que hay un único tiempo: AHORA.

Extraído de la red

viernes, 28 de diciembre de 2007

miércoles, 26 de diciembre de 2007

EL CAMINO DIFÍCIL

Delante del desfiladero, junto a la oscura entrada rocosa, quedé vacilante y me volví mirando hacia atrás. El sol brillaba sobre ese grato mundo verde y en los prados relucían tremolantes las pardas flores de la hierba. Allí se estaba bien, había calidez y placer amable, allí el alma vibraba en lo profundo, satisfecha como un velludo abejorro saturado de aroma y luz. Y quizá yo estaba loco por querer abandonarlo todo y disponerme a subir a la montaña. El guía me tocó suavemente el brazo. Como uno que sale a la fuerza de un baño tibio, así desprendí mis ojos del querido paisaje. Entonces vi el desfiladero que yacía en una penumbra sin sol. Un arroyito negro se arrastraba al pie de la hendidura y en sus orillas la hierba crecía descolorida en pequeños racimos; y en su fondo se lavaban piedras de colores ya muertos, pálidas como los huesos de los seres que alguna vez estuvieron vivos. «Descansemos un poco», dijo el guía. Sonrió pacientemente y nos sentamos. Hacía fresco, y de la rocosa entrada venía una silenciosa corriente de aire sombrío, pétreo y frío. ¡Qué desagradable parecía iniciar ese camino! Desagradable resultaba atormentarse a través de ese lúgubre paso de piedra, cruzar ese arroyo frío, trepar en tinieblas por el desfiladero estrecho y escarpado. «El camino parece detestable», dije titubeando. Dentro de mí, como una lucecita moribunda, aleteaba la esperanza vehemente, increíble e insensata, de que quizá pudiéramos volver atrás, de que el guía se dejase persuadir y que finalmente se nos ahorrara todo esto. Y en realidad, ¿por qué no? ¿No era acaso mil veces más hermoso el lugar de donde veníamos? ¿No fluía la vida allí más rica, más cálida y estimable? ¿Y acaso no era yo un hombre, un ser ingenuo y efímero con derecho a un poquito de dicha, a un rinconcito de sol, a una vista llena de azul y de flores? No, yo quería quedarme. No tenía ganas de hacerme el héroe o el mártir. Pasaría toda mi vida satisfecho si pudiera quedarme en el valle bajo el sol. Entonces comencé a tiritar; en ese lugar era imposible permanecer mucho tiempo. «Te estás helando», dijo el guía, «es mejor que nos vayamos.» Dicho esto se levantó, se estiró cuan largo era y me miró sonriente. Ni burla o compasión ni dureza o indulgencia existían en su sonrisa. En ella no había sino comprensión y sabiduría. Esta sonrisa decía: «Te conozco. Conozco tu miedo, sé lo que sientes y no he olvidado para nada tu fanfarronería de ayer y de anteayer. Cada desesperado brinco de liebre cobarde que ahora da tu alma y cada coqueteo con la amable luz del sol me son conocidos y familiares desde antes de que los pusieras en ejecución.» Con esa sonrisa me estuvo mirando el guía, y luego se adelantó dando el primer paso hacia el oscuro valle rocoso; y entonces lo odié y lo amé como un condenado ama y odia el hacha sobre su nuca. Pero más que otra cosa yo odiaba y despreciaba su saber, su dominio y frialdad, su carencia de debilidades gratas. Y odiaba en mí mismo todo aquello que le otorgaba la razón, incluso lo que admitía de él, lo que en mí quería seguirlo. Ya había dado muchos pasos hacia adelante, a través .de las piedras del negro arroyo, y estaba a punto de desaparecer tras el primer recodo del barranco... «¡Detente!», exclamé lleno de tal miedo que no tuve más remedio que pensar: si. esto fuera un sueño, en este mismo instante mi espanto lo destruiría y yo volvería a despertarme. «Detente», volví a decir, «no puedo, no estoy preparado todavía.» El guía se detuvo y miró en silencio hacia mí, sin un reproche, pero con aquella tremenda comprensión, con aquella sapiencia, presentimiento y ese saber-de-antemano tan difíciles de soportar. «¿Prefieres que volvamos?», preguntó entonces, y todavía no había terminado de decir la última palabra, cuando ya sabía yo, muy a pesar mío, que le diría que no, que debía negarme. Y al mismo tiempo, todo lo viejo, acostumbrado, amado y familiar gritaban desesperadamente dentro de mí: «¡Di que sí, di que sí!» Y mi patria y el mundo entero colgaban de mis pies como una bola. Y yo quería decir que sí, aunque sabía bien que me seria imposible. Entonces, con su mano extendida, el guía me señaló hacia el valle, atrás, y yo me volví nuevamente hacia a amada región. Y ahora vi lo más penoso que podía ocurrirme: mis queridos valles y llanuras yacían pálidos y desanimados bajo un sol sin fuerzas; los colores sonaban falsos y chillones, las sombras parecían llenas de negro hollín y sin encanto. Y a todo se le había extirpado el corazón, a todo le había sido sustraído el encanto y el aroma, todo tenía el olor y el sabor de las cosas de las que uno se ha indigestado hasta las náuseas. ¡Oh, qué bien conocía yo aquello, cómo temía y odiaba esa espantosa modalidad del guía de hacerme despreciar lo que me era querido y agradable, de hacer que se escaparan su savia y espíritu, de falsificar los aromas y de envenenar silenciosamente los colores! ¡Ah, ya conocía yo todo eso: lo que ayer fuera vino hoy se convertía en vinagre! Y nunca más el vinagre se convertiría en vino. Nunca más. Callé y seguí al guía lúgubremente. Él tenía razón, como siempre. Y todo no resultaría tan malo si por lo menos permaneciera cerca de mí y visible, en vez de desaparecer de improviso -como a menudo hacía- cuando había que tomar una decisión, dejándome solo... solo con aquella voz extraña dentro de mi pecho en la que se había transformado. Yo callaba, pero mi corazón gritó fervorosamente: «¡Quédate un instante, ya te sigo!» Las piedras del arroyo eran desagradablemente resbaladizas; era agotador, daba vértigo andar así, paso a paso sobre una piedra estrecha y mojada que se achicaba y cedía bajo las suelas. Cerca de allí el sendero del arroyo empezaba a elevarse rápidamente, y las sombrías paredes del desfiladero convergían más, se extendían hoscas, y cada una de sus aristas mostraba la intención maligna de querer apretarnos con sus pinzas y cortarnos para siempre el camino de regreso. Sobre verrugosas peñas amarillas fluía espesa y viscosa una capa de agua. El cielo, la nube y el azul habían desaparecido sobre nosotros. Marché y marché detrás del guía, y a menudo cerraba los ojos del miedo y la repugnancia que sentía. Una oscura flor al borde del camino se irguió entonces, aterciopeladamente negra y con una mirada melancólica. Era hermosa y me habló con familiaridad. Pero el guía caminaba deprisa y yo sentía que si llegaba a bajar la vista una sola vez hasta ese triste ojo de terciopelo, entonces mi aflicción y desesperada pesadumbre serían tan onerosas e insoportables, que mi espíritu permanecería siempre proscripto en esa sarcástica región del absurdo de la demencia. Mojado y sucio continué arrastrándome, y cuando las húmedas paredes se iban cerrando sobre nosotros, el guía comenzó a cantar su vieja canción de consuelo. Con voz juvenil, clara y firme cantaba al compás de sus pasos palabras: «¡Quiero, quiero, quiero!» Yo sabía que él quería animarme, que deseaba ahuyentar de mí el ingrato esfuerzo y el desconsuelo de ese viaje infernal. También sabía que él esperaba que uniera mi voz a la suya. Pero yo no quería tal cosa, no quería concederle esa victoria. ¿Acaso tenía yo algún deseo de cantar? ¿Y no era yo un hombre un pobre tipo que había sido arrastrado contra u voluntad hacia cosas y hechos que Dios no podía explicarle? ¿No podía permanecer cada clavel y cada nomeolvides junto al arroyo, allí donde estaba, y florecer y marchitarse según los dictados de su naturaleza? «¡Quiero, quiero, quiero!», cantaba el guía sin cesar. ¡Oh, si hubiese podido regresar! Pero, con la ayuda asombrosa del guía, hacia tiempo que trepaba por los paredones y sobre los precipicios, para los que no existía ningún camino de vuelta. El llanto me ahogaba por dentro, pero no podía llorar, eso menos que nada. De manera que me uní con voz fuerte y porfiada al canto del guía, con su mismo compás y tono, pero yo no cantaba lo que él, sino esto: «i Debo, debo, debo!» Sólo que no era fácil cantar mientras trepaba, y pronto perdí el aliento y jadeando me vi obligado a callar. Pero él prosiguió cantando incansablemente: «¡Quiero, quiero, quiero!», y con el tiempo llegó a obligarme a que cantara lo mismo que él. Ahora la subida empezó a mejorar, y sentí que ya no debía, sino que quería hacerlo. En cuanto a fatigarme por causa del canto, nada de eso sentía ya. Entonces se hizo una mayor claridad en mi interior, y a medida que esa claridad aumentaba, retrocedió también la roca alisada; se hacía más seca, más benigna, ayudaba a menudo al pie inseguro, y sobre nosotros se fue mostrando más y más el claro cielo azul, ya como un arroyuelo azul entre las márgenes de piedra, ya como un pequeño lago azul que creciera ganando anchura. Probé a querer con mayor fuerza y concentración, y el lago celestial siguió creciendo y el sendero se hizo más transitable. Y hasta podía correr un largo trecho ligero y grácil junto al guía. E inesperadamente vi la cercana cumbre sobre nosotros, empinada y resplandeciente entre el ardiente aire del sol. Algo más abajo de la cima interrumpimos nuestra subida a gatas y salimos de la estrecha hendidura. El sol entró con fuerza en mis ojos enceguecidos, y al abrirlos de nuevo, las rodillas me temblaron de angustia, pues me veía aislado y sin apoyo en la empinada cresta mientras me rodeaba un espacio celeste sin límites y sólo se erguía delante de nosotros la angosta cima. Pero de nuevo había cielo y sol, y así asistidos escalamos, palmo a palmo, con los labios apretados y la frente contraída, la cuesta angustiosa. Por fin estábamos arriba, sobre un estrecho peñasco candente, en medio de un aire duro, burlón y sutil. Era una montaña singular, y singular también era su cima. En aquella cúspide, a la que trepáramos por interminables y desnudas paredes de piedra, había brotado de la piedra un árbol pequeño y compacto con algunas ramas breves y vigorosas. Allí estaba, inconcebiblemente solo y extraño, recio y tieso sobre la roca, el frío ,azul del cielo entre sus ramas. Y en lo más elevado del árbol se posaba un pájaro negro que cantaba una canción áspera. Sueño silencioso de un descanso breve, bien arriba mundo: el sol llameaba, la piedra ardía, el árbol miraba rígida y severamente, el pájaro cantaba con aspereza. Su áspera canción se llamaba: «¡Eternidad, eternidad!». El pájaro negro cantó, y sus ojos relucientes y duros nos miraron como si fueran un cristal negro. Difícil de soportar era esa mirada, dificil de soportar era su canto, y terrible, sobre todas las cosas, la soledad y el vacío de esos parajes, la extensión de los desiertos espacios celestes que producía vértigo. Morir allí era una delicia inimaginable; permanecer, un tormento sin nombre. Alguna cosa tenía que ocurrir, pronto, al instante. De otro modo, nosotros y el mundo quedaríamos petrificados por el horror. Sentí entonces el hálito opresor y ardiente de algo que iba a suceder, como las ráfagas de viento antes de la tempestad. Lo sentí revolotear sobre mi cuerpo y sobre alma como una fiebre ardiente. Amenazaba, se acercaba... ya estaba aquí. De pronto el pájaro se balanceó desde la rama y se precipitó al espacio. Mi guía dio un salto y se arrojó al azul, cayó en el cielo palpitante, voló. Ahora la ola del destino se hallaba en su apogeo, ahora arrebató mi corazón, ahora se deshizo sin ruido. Y yo caía, me precipitaba, saltaba, volé; agarrotado en el frío torbellino del aire, me sentí feliz y estremecido por la tortura del deleite a través del infinito, hacia el seno materno.
. Extraido de Cuentos Maravillosos de Hermann Hesse

lunes, 24 de diciembre de 2007

¡No más de tres juguetes por niño!

"Las cartas de los niños a los Reyes son interminables. Encontrar el termino medio entre mantener su ilusión y no saturarles es una tarea muy difícil para estos magos de los regalos. Desde el mundo real, los expertos aconsejan no más de tres juguetes por niño".
"Montañas de paquetes, esta es la sorpresa con la que amanecen los niños cuando viene Papá Noel o los Reyes Magos. Entre tanto juguete, los pequeños eligen uno o dos. Regalar más de tres ya es excesivo.Cada español se gasta en juguetes más de 200 euros al año por niño, pero el panorama actual poco tiene que ver con lo que sucedía hace un par de décadas.Muchos apuestan por los juegos de siempre. Sean juegos clásicos, o lo último en tecnología, todo cabe debajo del árbol de Navidad".
Pues esto es lo que dicen los sicólogos, que los niños piden demasiados juguetes y que les hacemos muchos regalos por reyes.
Pues claro que la carta de los Reyes son interminables, si son niños y los quieren todo, es ilusión lo que tienen, acaso los mayores no pedimos tambien, lo que ocurre es que lo que nosotros queremos son otro tipo de cosas, pero no me digais que no os hace ilusion ver cuantos regalos os han traido, cuantos mas mejor.
Yo recuerdo como cuando era pequeña hacia la carta para los reyes con las mismas ganas que la hace mi hijo ahora, y también pedía muchas cosas, mi madre siempre me decía que pidiera todo lo que quisiera que los Reyes traerían lo que pudieran porque había que repartir entre todos los niños del mundo, así que cuando el día de Reyes me levantaba y veía los regalos me conformaba con lo que me traían porque entre otras cosas era lo que yo quería, era lo que yo había pedido aunque no me hubieran traído todas las cosas que escribí en la carta. Luego me llevaba la sorpresa de que en casa de mis abuelos o mis tíos me habían dejado otros regalos.
Pues ahora, con los sueldos que tenemos y la inflación, no creo que haya para muchas cosas extraordinarias

domingo, 23 de diciembre de 2007

VIBRO - Rocío Jurado

Valió la pena conocerte
valió la pena enamorarte,
mentir sin tregua y esconderse,
valió la pena hasta engañarle.
Dejar la gris monotonía
por este sin vivir constante,
dejar la paz en que vivía
por este infierno delirante.
Porque contigo vibro
cuando despiertan tus besos
mis dos palomas dormidas.
Cuando tus manos caminan
por el borde de mi cuerpo.
Cuando tus brazos me amarran
y me vencen y dominan.
Porque contigo vibro
cuando tu boca se calla
lo que tus ojos me gritan.
Cuando por fin se realiza
lo más grande y lo más bello.
Cuando te quedas cansado
y son tiernas tus caricias.
Contigo siempre vibro.

Rocío Jurado

miércoles, 19 de diciembre de 2007

No rechaces los sueños por ser sueños...

No rechaces los sueños por ser sueños.
Todos los sueños pueden
ser realidad, si el sueño no se acaba.
La realidad es un sueño. Si soñamos
que la piedra es la piedra, eso es la piedra.
Lo que corre en los ríos no es un agua,
es un soñar, el agua, cristalino.
La realidad disfraza
su propio sueño, y dice:
"Yo soy el sol, los cielos, el amor."
Pero nunca se va, nunca se pasa,
si fingimos creer que es más que un sueño.
Y vivimos soñándola. Soñar
es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.
Sólo muere
un amor que ha dejado de soñarse hecho materia y que se busca en tierra.

 Pedro Salinas

LA VIOLETA AMBICIOSA

Había en un bosque solitario una bonita violeta que vivía, satisfecha, entre sus compañeras.

Cierta mañana, alzó su cabeza y vio una rosa que se alzaba, por encima de ella, radiante y orgullosa.

Gimió la violeta diciendo:

-Poca suerte he tenido entre las flores. ¡Humilde es mi destino! Vivo pegada a la tierra y no puedo levantar mi cara hacia el sol como lo hacen las rosas!

Y la Naturaleza la oyó y le dijo a la violeta:

- ¿Qué te ocurre, hijita mía? ¿Las vanas ambiciones se han apoderado de ti?

-Te suplico, oh, Madre Poderosa -dijo la violeta-, que me transformes en rosa, tan siquiera por un día.

-No sabes lo que estás pidiendo -respondió la Naturaleza-. Ignoras los infortunios que se esconden tras la apariencia de las grandezas.

-Transfórmame en una rosa esbelta -insistió la violeta-. Y todo lo que me acontezca será consecuencia de mis propios deseos y aspiraciones.

La Naturaleza extendió su mágica mano y la violeta se transformó en una rosa suntuosa.

Y en la tarde de aquel día, el cielo se oscureció y los vientos y la lluvia devastaron el bosque. Y los árboles y las rosas cayeron abatidas. Solamente las humilde violetas escaparon a la masacre.

Y una de ellas, mirando alrededor de sí, dijo a sus compañeras:

-Mirad, hermanas, lo que la tempestad hizo de las grandes plantas que se levantaban con orgullo e impertinencia. -Nosotros nos apegamos a la tierras-dijo otra-, pero escapamos a la furia de los huracanes.

Y dijo una tercera -Somos pequeñas y humildes, pero las tempestades no pueden con nosotras.

Entonces, la reina de las violetas vio a la rosa que había sido violeta, extendida sobre el suelo, como muerta. Y dijo: -Ved y meditad, hijas mías, sobre la suerte de la violeta ilusionada por sus ambiciones. ¡Que su infortunio les sirva de ejemplo!

Y oyendo esas palabras, la rosa agonizante se estremeció y, apelando a todas sus fuerzas, dijo con voz entrecortada: -Oídme, ignorantes, satisfechas y cobardes. Ayer era como vosotras, humilde y segura. Mas la satisfacción que me protegía también me limitaba. Podía continuar viviendo como vosotras, pegada al suelo, hasta que el invierno me envolviera con su nieve y me llevase hasta el silencio eterno, sin conocer los secretos y las glorias de la vida, más allá de lo que innumerables generaciones de violetas conocieron, desde que hubo violetas en el mundo.

"Pero escuché, en el silencio de la noche; y oí al mundo superior decir a este mundo: "El objetivo de la vida es alcanzar lo que hay más allá de la vida." Pedí, entonces a la Naturaleza -que no es sino la exteriorización de nuestros sueños invisibles- me transformara en una rosa. Y la Naturaleza accedió a mi deseo.

"Viví una hora como rosa. Viví una hora como reina. Y vi el mundo con los ojos de una rosa. Y oí la melodía del éter con los oídos de una rosa. Y acaricié la luz con los pétalos de una rosa. ¿Puede, alguna de vosotras vanagloriarse de tal honra?

"Muero ahora, llevando en el alma lo que el alma de violeta alguna jamás experimentó. Muero sabiendo lo que hay más allá de los horizontes estrechos en que nací. Y este es el objetivo de la vida.

 

Extraído de "Los secretos del corazón" de Gibran Khalil Gibran

lunes, 17 de diciembre de 2007

¡No dejen tanta propina!

Los ciudadanos españoles todavía no se han familiarizado con el valor real del euro y a menudo dejan propinas demasiado generosas en bares y restaurantes, según dijo el ministro español de Economía, Pedro Solbes.

Según Solbes, el exceso de propina ha contribuido a que los españoles tengan la percepción de que el coste de la vida aumentó tras la entrada en circulación del euro en 2002. Esto es ya el colmo de los colmos, si resulta que al final somos los consumidores finales los que tenemos la culpa de que los precios suban, el caso es echarle la culpa a alguien, es que nos sobra tanto de los sueldos que cobramos que tenemos hasta para ser mas que generosos dejando propinas "Los españoles no hemos interiorizado lo que vale un euro y eso se ve en los bares y cafeterías", afirmó el ministro de Economía. Según dijo Solbes, hay gente que toma un café y deja 1 euro de propina. "Eso representa el 50% del valor del producto". Para el ministro de economía, Los españoles no saben "que 1 euro son 166 pesetas" y no son conscientes "del valor de ciertos productos". Dice que no sabemos lo que vale un euro, pues yo le digo al señor Solbes que no lo sabrá él porque yo que soy la que hace las compras en casa me lo se de memoria, él si que no sabe lo que cuesta una barra de pan por ejemplo, si tuviera que hacer la compra se daría cuenta que no sobra para un capricho así que para ir dejando propinas mucho menos. La llegada del euro a vuelto locas las economías de las casas y ahora mas que nunca vamos a tener que hacer las amas de casas hasta un master en economía. Yo recuerdo siempre como mi madre contaba el dinero todas las noches y hacia lo imposible por sacar un duro de cuatro pesetas y ahora yo tengo que hacer muchas mas cuentas que ella y afortunadamente yo no tengo que pagar hipoteca, porque eso ya seria el remate Antes de la introducción del euro, la norma era dejar una propina de 25 pesetas. La inflación en España, situada el mes pasado en el 4,1%, es mayor que en otros países de le llamada "eurozona". SEÑOR SOLBES QUE EL DÍA DE LOS INOCENTES AUN NO HA LLEGADO, DEJESE DE CONTAR CHISTES QUE NO TIENE NINGUNA GRACIA

jueves, 13 de diciembre de 2007

El BUZÓN DE LOS REYES MAGOS
















¿Le habeis escrito ya la carta a los Reyes Magos? si no lo habeis hecho aun o se os ha olvidado algo podeis hacerlo en la página web de los Reyes, solo tienes que pinchar en la imagen para ir a ella. Allí puedes ver de manera virtual los palacios de los reyes y además tiene cositas para que los pequeños de la casa se entretengan.
Entra en la página y disfruta

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Como agua para chocolate (fragmento) - Laura Esquivel

-¿Te acuerdas de cuando escuchamos por primera vez esa pieza?
-Nunca lo olvidaré.
-Esa noche no dormí pensando en pedir tu mano de inmediato. No sabía que tendría que dejar pasar 22 años para volverte a preguntar si quieres ser mi esposa.
-¿Lo dices en serio?
-¡Claro! No quiero morirme sin lograr que lo seas. Siempre he soñado con entrar contigo a una iglesia llena de flores blancas y tú en medio de todas, como la más bella.
-¿Vestida de blanco?
-¡Por supuesto! Nada te lo impide. ¿Y sabes qué? Ya que estemos casados, quiero tener un hijo contigo. Aún estamos a tiempo, ¿no crees? Ahora que Esperanza nos deja, vamos a necesitar compañía.
Tita no pudo responderle a Pedro. Un nudo en la garganta se lo impidió. Unas lágrimas rodaron lentamente por sus mejillas. Sus primeras lágrimas de felicidad.
-Y quiero que sepas que no me vas a convencer de no hacerlo. No me importa lo que piensen ni mi hija ni nadie más. Hemos pasado muchos años cuidándonos del qué dirán, pero desde esta noche nadie me va a poder separar de tu lado.
La verdad, a estas alturas a Tita también le importaba un comino lo que la gente pensara al hacer pública la relación amorosa que existía entre Pedro y ella.
Por veinte años había respetado el pacto que ambos habían establecido con Rosaura y ya estaba cansada. El acuerdo consistía en que tomando en consideración que para Rosaura era vital el seguir aparentando que su matrimonio funcionaba de maravilla y que para ella era importantísimo el que su hija creciera dentro de la sagrada institución de la familia, la única según ella que le daría una fuerte formación moral, Pedro y Tita se habían comprometido a ser de lo más discretos en sus encuentros y a mantener oculto su amor.
Ante los ojos de los demás siempre serian una familia de lo más normal. Para esto, Tita debía renunciar a tener un hijo ilícito. Para compensarla, Rosaura estaba dispuesta a compartir a Esperanza con ella de la siguiente manera: Tita se encargaría de la alimentación de la niña y Rosaura de su educación.  Rosaura por su parte quedaba obligada a convivir con ellos de una manera amistosa, evitando celos y reclamos.
En general todos habían respetado el convenio, menos en lo referente a la educación de Esperanza. Tita deseaba para Esperanza una educación muy diferente de la que Rosaura planeaba para ella. Así que aunque no le correspondía, aprovechaba los momentos en que Esperanza estaba a su lado para proporcionarle a la niña otro tipo de conocimientos de los que su madre le daba.  Estos momentos formaban la mayor parte del día, pues la cocina era el lugar preferido de Esperanza y Tita su mejor confidente y amiga.

.

PINCHA LA IMAGEN PARA DESCARGAR EL LIBRO

UN RELATO SOBRE AMOR

 

Se trata de dos hermosos jóvenes que se pusieron de novios cuando ella tenía trece y él dieciocho. Vivían en un pueblito de leñadores situado al lado de una montaña. Él era alto, esbelto y musculoso, dado que había aprendido a ser leñador desde la infancia. Ella era rubia, de pelo muy largo, tanto que le llegaba hasta la cintura; tenía los ojos celestes, hermosos y maravillosos...

La historia cuenta que habían noviado con la complicidad de todo el pueblo. Hasta que un día, cuando ella tuvo dieciocho y él veintitrés, el pueblo entero se puso de acuerdo para ayudar a que ambos se casaran.

Les regalaron una cabaña, con una parcela de árboles para que él pudiera trabajar como leñador. Después de casarse se fueron a vivir allí para la alegría de todos, de ellos, de su familia y del pueblo, que tanto había ayudado en esa relación.

Y vivieron allí durante todos los días de un invierno, un verano, una primavera y un otoño, disfrutando mucho de estar juntos. Cuando el día del primer aniversario se acercaba, ella sintió que debía hacer algo para demostrarle a él su profundo amor. Pensó hacerle un regalo que significara esto. Un hacha nueva relacionaría todo con el trabajo; un pulóver tejido tampoco la convencía, pues ya le había tejido pulóveres en otras oportunidades; una comida no era suficiente agasajo...

Decidió bajar al pueblo para ver qué podía encontrar allí y empezó a caminar por las calles. Sin embargo, por mucho que caminara no encontraba nada que fuera tan importante y que ella pudiera comprar con las monedas que, semanas antes, había ido guardando de los vueltos de las compras pensando que se acercaba la fecha del aniversario.

Al pasar por una joyería, la única del pueblo, vio una hermosa cadena de oro expuesta en la vidriera. Entonces recordó que había un solo objeto material que él adoraba verdaderamente, que él consideraba valioso. Se trataba de un reloj de oro que su abuelo le había regalado antes de morir. Desde chico, él guardaba ese reloj en un estuche de gamuza, que dejaba siempre al lado de su cama. Todas las noches abría la mesita de luz, sacaba del sobre de gamuza aquel reloj, lo lustraba, le daba un poquito de cuerda, se quedaba escuchándolo hasta que la cuerda se terminaba, lo volvía a lustrar, lo acariciaba un rato y lo guardaba nuevamente en el estuche.

Ella pensó: "Que maravilloso regalo sería esta cadena de oro para aquel reloj." Entró a preguntar cuánto valía y, ante la respuesta, una angustia la tomó por sorpresa. Era mucho más dinero del que ella había imaginado, mucho más de lo que ella había podido juntar. Hubiera tenido que esperar tres aniversarios más para poder comprárselo. Pero ella no podía esperar tanto.

Salió del pueblo un poco triste, pensando qué hacer para conseguir el dinero necesario para esto. Entonces pensó en trabajar, pero no sabía cómo; y pensó y pensó, hasta que, al pasar por la única peluquería del pueblo, se encontró con un cartel que decía: "Se compra pelo natural". Y como ella tenía ese pelo rubio, que no se había cortado desde que tenía diez años, no tardó en entrar a preguntar.

El dinero que le ofrecían alcanzaba para comprar la cadena de oro y todavía sobraba para una caja donde guardar la cadena y el reloj. No dudó. Le dijo a la peluquera:

- Si dentro de tres días regreso para venderle mi pelo, ¿usted me lo compraría?

- Seguro - fue la respuesta.

- Entonces en tres días estaré aquí.

Regresó a la joyería, dejó reservada la cadena y volvió a su casa. No dijo nada.

El día del aniversario, ellos dos se abrazaron un poquito más fuerte que de costumbre. Luego, él se fue a trabajar y ella bajó al pueblo.

Se hizo cortar el pelo bien corto y, luego de tomar el dinero, se dirigió a la joyería. Compró allí la cadena de oro y la caja de madera. Cuando llegó a su

casa, cocinó y esperó que se hiciera la tarde, momento en que él solía regresar.

A diferencia de otras veces, que iluminaba la casa cuando él llegaba, esta vez ella bajó las luces, puso sólo dos velas y se colocó un pañuelo en la cabeza. Porque él también amaba su pelo y ella no quería que él se diera cuenta de que se lo había cortado. Ya habría tiempo después para explicárselo.

Él llegó. Se abrazaron muy fuerte y se dijeron lo mucho que se querían. Entonces, ella sacó de debajo de la mesa la caja de madera que contenía la cadena de oro para el reloj. Y él fue hasta el ropero y extrajo de allí una caja muy grande que le había traído mientras ella no estaba. La caja contenía dos enormes peinetones que él había comprado... vendiendo el reloj de oro del abuelo.

Si ustedes creen que el amor es sacrificio, por favor, no se olviden de esta historia. El amor no está en nosotros para sacrificarse por el otro, sino para disfrutar de su existencia.

(Extraido de 26 cuentos para pensar de Jorge Bucay)

martes, 11 de diciembre de 2007

EL BUSCADOR

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como buscador

Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es alguien que encuentra. Tampoco ese alguien que sabe lo que está buscando. Es simplemente para quien su vida es una búsqueda.

Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción… “Abedul Tare, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había vivido, apenas sobrepasaba 11 años. Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar. El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?

El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré: cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?… ¿Una semana?, dos?, ¿tres semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el nacimiento del primer hijo? …,y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido.

(Extraído de 26 cuentos para pensar de Jorge Bucay)

lunes, 10 de diciembre de 2007

Frotando lámparas maravillosas

Él: Lo siento, no quería interrumpirte, sólo quería una copa. Ella: No pasa nada, sólo frotaba esta lámpara para que cambie mi vida. Él: Pues yo creo en la magia, al final es lo único que puede salvarnos. Ella: Tú eres el pianista… Él: Ahora no. Una misteriosa desconocida me ha sustituido temporalmente y debo decir que toca de maravilla. Eh, ¿tienes los ojos humedecidos? Ella: Esta canción me llega muy adentro. Me recuerda a la noche que conocí a una persona. Él: ¿Y son lágrimas de pena o son lágrimas de alegría? Ella: ¿No son las mismas lágrimas? Él: Sí, ¿Por qué será que lo que siempre empieza siendo tan prometedor consigue acabar en la basura? Ella: No para todos. Él: Bueno, para todos los que tienen imaginación. ¿Sabes? La vida es llevadera si tus esperanzas son modestas. En cuanto te permites tener bellos sueños te arriesgas a que terminen estrellándose, créeme. A mí también muchas viejas canciones me hacen llorar. Ella: Me llamo Melinda. Melinda Ouchio. Es francés. Él: Es un nombre precioso. Ella: Gracias. Era el de mi madre. Se casó con el Dr. Nasha y yo me llamaba Nasha, pero me he puesto el de ella. Él: Y es una sabia elección. Es muy… musical. Me llamo Ellis Moonsong y soy de Harlem (U.S.A.) Ella: Canción de Luna, ¿de verdad te llamas así? Él: Así es. Ella: Es precioso. Tú también tocas de maravilla. Él: Bueno, lo que siempre he sabido hacer es música. Sé tocar los instrumentos, pero mi especialidad es la composición. He escrito dos óperas. Una se estrenó en Illinois y la otra se estrenará en el gran teatro de Santafe. Ella: Impresionante. Él: Es así como presumo. Soy un inseguro y es así como tengo que venderme. La verdad es que no a todos les gustó mi música. Es un poco moderna, pero debo decir que los críticos me animaron mucho. Ella: ¿Es eso lo que quieres ser, otro Verdi o Puccini? Él: No me hago ilusiones pero sí. Si pudiera frotar esa lámpara y llegar a componer óperas, sinfonías, música para cuartetos de cuerda… mi obra interesa mucho en Europa y pronto podría irme a vivir a Barcelona o París. Vaya, no puedo dejar de darme humos. Has abierto mi caja de Pandora. ¿Y tú? Ella: Yo no compongo óperas, pero mi vida parece una. Soy una de esas heroínas demasiado emotivas para existir en este planeta, aunque en mi caso yo misma me he provocado mis peores problemas. No he debido perseguir mis sueños con tanto ímpetu. Él: Nos aferramos sin pensar porque somos gente muy apasionada. He sabido que eras muy apasionada al empezar a hablar contigo. Ella: ¿Cómo te has dado cuenta? Él: Es una intuición. Lo he visto en tus ojos, en tu voz… Ahora tengo que seguir tocando. Seré directo. Me gustaría conocerte más. Ella: si me preguntas si es posible que te dé mi número de teléfono… la respuesta es sí.
Él desaparece de la escena tras mantener una diálogo corto con la misteriosa mujer que lo ha relevado en el piano y despedirse de Melinda.
Ella 2: ¿Qué pasó con el dentista? Ella: Es el hombre perfecto, aunque no para mí. En cambio Ellis Moonsong es muy… poético. Hay cosas increíbles. Conoces a un extraño y de repente te preguntas: ¿podría yo vivir en Barcelona? Ella 2: Ten cuidado, no puedes ir por la vida frotando lámparas y deseando cosas. No salen bien. Te lo digo yo.
. (De la película "Melinda & Melinda")

jueves, 6 de diciembre de 2007

Al compás del Adagio de Albinoni

 

 

Sonaba el Adagio de Albinoni, apenas escuchaba la música y para intensificar los sentidos te vendaré los ojos, te dije.
Las notas ascendían mientras te mordía los labios y acariciaba tu espalda perdiéndome entre tus nalgas, descansando sólo para susurrarte al oído: escucha, escucha y siente cada nota arañándote el alma.
Cada nueva nota que salía del órgano se fundía con cada nuevo suspiro que mis dedos te arrancaban entre tus piernas y siempre recordándote: disfruta del Adagio, siéntelo dentro, pero no se te ocurra correrte hasta que cese la música...
El sonido aumentaba el ritmo al igual que mi respiración, indicándome que no aguantarías mucho más. Retire mis dedos y al compás del violín iba entrando en tí, sacando cada nota de ti, arañándote por dentro, acariciando con mi pene tu sexo, tensando con mi arco tu interior.
Aquella noche te arañe el alma, aquella noche fuimos el instrumento de cuerda frotada representando la obra de Albinoni, aquella noche usando nuestros cuerpos de instrumentos te saque todas tus notas pisando con mis dedos las cuerdas de tu diapasón, haciéndote vibrar cuando mi arco entrando en tu puente te frotaba.

martes, 4 de diciembre de 2007

LUZ EN LA OSCURIDAD

Los pasajeros del ómnibus, la observaron compasivamente cuando la atractiva joven del bastón blanco subió con cuidado los escalones. Le pagó al conductor y, usando las manos para percibir la ubicación de los asientos, caminó por el pasillo y encontró el asiento que, según él le había dicho, estaba vacío. Luego se acomodó, colocó su maletín sobre las rodillas y apoyó el bastón contra su pierna. Hacía un año que Susan, de treinta y cuatro años, se había quedado ciega. Debido a un diagnóstico equivocado, había perdido la vista, y de repente se había sentido arrojada a un mundo de oscuridad, rabia, frustración y autoconmiseración. Dado que antes había sido una mujer orgullosamente independiente, ahora Susan se sentía condenada, por esta terrible vuelta del destino, a ser una carga impotente y desvalida para todos los que la rodeaban. "¿Cómo pudo pasarme esto?", se quejaba, con el corazón lleno de cólera. Pero a pesar de cuanto llorase o despotricase, ella sabía cuál era la dolorosa verdad: Nunca más volvería a ver. Una nube de depresión se cernía sobre el espíritu de Susan, antes tan optimista. El solo hecho de vivir cada día era un ejercicio de frustración y cansancio. Y sólo podía aferrarse a su esposo, Mark. Mark era un oficial de la Fuerza Aérea, y amaba a Susan con todo su corazón. Al perder ella la vista, notó cómo se hundía en la desesperación y decidió ayudarla a reunir las fuerzas y la confianza necesarias para volver a ser independiente. La experiencia militar de Mark, lo había entrenado muy bien para manejar situaciones delicadas, pero él sabía que aquella era la batalla más difícil que iba a enfrentar. Finalmente, Susan se sintió preparada para volver a su trabajo, ¿pero como llegaría hasta allí? Acostumbrada a tomar el ómnibus, pero ahora estaba demasiado asustada como para ir por la ciudad por sí sola. Mark se ofreció a llevarla en el auto todos los días, aún cuando trabajaban en extremos opuestos de la ciudad. Al principio, esto reconfortó a Susan y cubrió la necesidad de Mark de proteger a su esposa ciega, que se sentía tan insegura para realizar la acción más insignificante. Sin embargo, Mark pronto se dio cuenta de que ese arreglo no funcionaba... Era problemático y costoso. "Susan tendrá que empezar a tomar el ómnibus de nuevo", admitió ante sí mismo. Pero sólo pensar en mencionárselo lo hacía estremecer. Ella todavía estaba tan frágil, tan llena de rabia. ¿Cómo reaccionaría? Tal cómo Mark había previsto, Susan se horrorizó ante la idea de volver a tomar el ómnibus. -¡Estoy ciega!- explicó con amargura -. ¿Cómo se supone que voy a saber adónde me dirijo? Siento que me estás abandonando. A Mark se le rompió el corazón al oír esas palabras, pero él sabía lo que debía hacerse. Le prometió a Susan que, por la mañana y por la noche la acompañaría en el ómnibus todo el tiempo que fuera necesario hasta que ella se sintiera segura. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Durante dos semanas enteras, Mark con uniforme militar y todo, acompañó a Susan en el viaje de ida y vuelta al trabajo. Le enseñó cómo apoyarse en sus otros sentidos, en especial el oído, para determinar dónde se encontraba y cómo adaptarse a su nuevo entorno. La ayudó a trabar amistad con los conductores, quienes se ocuparían de ella y le guardarían un asiento. La hizo reír, incluso en aquellos días no tan buenos en que tropezaba al bajar del ómnibus, o tiraba su maletín lleno de papeles en el pasillo. Todas las mañanas hacían el recorrido juntos y Mark tomaba un taxi para volver a su oficina. Aunque esta rutina resultaba mas cara y cansadora que la anterior, Mark sabía que sólo era cuestión de esperar un tiempo más antes que Susan estuviera capacitada para viajar en ómnibus por su cuenta. Creía en ella, en la Susan que él había conocido antes de que perdiera la vista, la que no le temía a ningún desafío y jamás se rendía. Por fin, Susan decidió que estaba lista para hacer el intento de viajar sola. Llegó la mañana del lunes y, antes de irse, ella abrazó a Mark, quien era su compañero de viajes en ómnibus, su esposo, y su mejor amigo. Tenía los ojos llenos de lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia, su amor. Se despidieron y, por primera vez, cada uno tomó un camino distinto. Lunes, martes, miércoles, jueves... todos los días le fue muy bien, y Susan jamás se sintió mejor. ¡Lo estaba haciendo! Estaba yendo a trabajar por su cuenta. El viernes por la mañana, Susan tomó el ómnibus como de costumbre. Al pagar el boleto, el conductor le dijo: - Caramba, de veras la envidio. Susan, no supo si le estaba hablando a ella o no. Después de todo, ¿quien iba a envidiar a una ciega que había encontrado el coraje de vivir durante el año anterior? Intrigada preguntó al conductor: - ¿Por qué dice que me envidia? - El conductor respondió: - ¿Sabe? Todas las mañanas durante la semana pasada, un caballero de muy buen aspecto, con uniforme militar, ha estado parado en la esquina de enfrente, observándola mientras usted baja del ómnibus. Se asegura que cruce bien la calle y la vigila hasta que entra en su edificio de oficinas. Luego le tira un beso, le hace un pequeño gesto de saludo y se va. Usted es una mujer afortunada. Lágrimas de felicidad rodaron por las mejillas de Susan. Porque aunque ella no podía verlo físicamente siempre había sentido la presencia de Mark. Era afortunada, muy afortunada, pues él le había hecho un regalo más poderoso que la vista, un regalo que ella no necesitaba ver para creer en su existencia... El regalo del amor que puede llevar la luz donde ha habido oscuridad
. Sharon Wadja

Una tarjeta virtual para ti

Ver animación Envía esta tarjeta gratuita © www.TuParada.com ¡Envía por e-mail!
Ver animación Envía esta tarjeta gratuita © www.TuParada.com ¡Envía por e-mail!
Ver animación
Envía esta tarjeta gratuita
© www.TuParada.com
¡Envía por e-mail!

Cada nuevo día es una página en blanco en el diario de tu vida. La lapicera está en tu mano, pero no todos los renglones serán escritos como deseas: algunos provendrán del mundo y de las circunstancias que te rodean. Pero, por la gran cantidad de cosas que están bajo tu control, es preciso que sepas algo en especial. El secreto de la vida radica en hacer tu historia lo más bella posible. Escribe el diario de tu vida y llena las páginas con las palabras nacidas del corazón. A medida que las páginas te lleven adelante, descubrirás senderos que te agregarán penas y alegrías, pero si puedes hacer estas cosas, siempre habrá esperanza en el mañana. Sigue tus sueños. Trabaja duramente. Sé bondadoso. Esto es lo que cualquiera podría pedir; haz todo lo que puedas para que la puerta se abra a un día lleno de una belleza especial. Recuerda que la bondad siempre es recompensada. Las sonrisas rinden dividendos. Diviértete. Descubre tu fuerza interior. Sé sincero. Conserva la fe. No concentres tus pensamientos en las cosas que te faltan. Descubre que el mejor tesoro de la vida es la gente y que la mejor de todas las riquezas es la felicidad. Lleva un diario que describa cómo te esforzaste y lo demás vendrá por añadidura.
NO TEMAS SENTIR QUE EL SOL DE LA MAÑANA BRILLA SÓLO PARA TI.
¡Gracias por tu visita!