Ellos se conocieron por casualidad, que es como se suelen encontrar los grandes amores, casi siempre por casualidad, por una llamada equivocada, por un encuentro fortuito. Habían quedado en aquel café con una persona que no vino, y la vio a ella sentada en la mesa, radiante, así que, harto de esperar se acercó a ella para hablar.
Y claro, no había de qué hablar. pero poco a poco el fue venciendo esa timidez que le caracterizaba, al principio él para llamar su atención contó alguna que otra mentira, que era escritor, luego reconoció que nunca le habían publicado nada, pero eso vino más tarde, cuando ya se conocían mas, cuando pasaron del café a la habana con coca cola.
Por entonces ya estaban descubriendo que tenían más afinidades de las que pensaban al principio. Una mañana el se levantó y al abrir los ojos se dió cuenta de que estaba perdidamente enamorado de ella, y quedaron entonces en aquel café en el que se conocieron por casualidad, por que los momentos importantes suelen coincidir casi siempre en los mismos sitios. pero fue en aquel café en donde ella le dijo:-" sabes?, creo que me tengo que ir durante algún tiempo"-" yo te iba a decir casi lo contrario, que te quedaras conmigo para toda la vida", y ella dijo -"no te preocupes porque yo estaré esperando el día que vuelva para retomar contigo este camino que emprendimos, además, cada quince días puntualmente te mandaré una carta en la que te contaré todo lo que hecho, todo lo que siento, todo lo mucho que te echo de menos, y todo lo poco que nos falta para vernos".el dijo que bueno, que vale -"pero que si no te vas casi mejor". pero se fue. Entonces descubrió que aquello no tenía remedio y que estaba perdidamente enamorado, que no había ningún elixir que hiciera que la olvidase, que no era cierto aquello de que un clavo saca otro clavo.
A los quince días puntualmente llegó la carta de ella toda llena de besos y de caricias, de te echo de menos... y guardaba las cartas con mucho cariño encima de la mesilla.
Pasaron quince días, y otros quince, y otros quince, y otros quince, y las cartas se iban acumulando. y su vida consistía en esperar a que llegara el decimoquinto día, abrir el buzón y encontrar la carta de amor en la que ella prometía volver, esperar esa carta en la que ella le diría que volvía pronto. Y pasaron años, muchos años, y ya las cartas casi no cabían el la casa, se compro una gran caja fuerte para guardar todas las cartas, porqué eran su gran tesoro, por que vivía para leer las cartas que ella le había escrito, por que ella era lo que más quería, y así pasaron creo diez años, quince.... y un día, ella, sin saber como ni porqué, dejó de escribir, y empezó a encontrarse el buzón vacío, y el alma partida en dos.
Ahora solo podía vivir del recuerdo, leyendo las cartas que ella le había escrito con tanto cariño, aquellas cartas eran su mayor tesoro. Un día el salió de casa y unos ladrones entraron en su casa. al ver allí la gran caja fuerte no se lo pensaron dos veces, porque pensaron que debían esconder algún gran tesoro, grandes riquezas. y se llevaron la gran caja fuerte.
Imaginaros la desolación de nuestro protagonista cuando llegó a su casa y se dió cuenta que le habían robado lo que el más quería, lo que le hacía sentirse vivo algunas tardes de domingo cuando no sonaba el teléfono, cuando releía aquellas cartas y aquellas promesas quién sabe si falsas.
Suele pasar que los ladrones son buenas personas, y este era el caso. Cuando los ladrones abrieron la caja fuerte y se encontraron montones de cartas de amor, declaraciones imposibles, imaginaros sus caras. El hombre vagaba casi moribundo por las calles de su ciudad, con la esperanza de encontrar alguna carta, a alguien que le hablara de una gran caja fuerte llena de cartas, perdido sin saber ya qué hacer. Los ladrones pensaron que lo mejor era quemarlas o tirarlas al río, pero que desaparecieran de inmediato. pero el más joven de los ladrones era más bueno, y se le ocurrió una gran idea.
Un día nuestro hombre llego a casa después de estar buscando toda una tarde, y al abrir el buzón se encontró una carta. los ladrones habían decidido mandarle las cartas tal y como ella se las había mandado, puntualmente cada quince días, por riguroso orden.
Ahora él resucitaba con la esperanza de revivir aquellos momentos en los que quizá un día leería la carta en la que ella diría: - "pronto estaremos juntos"
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Ismael serrano ( basado en un cuento de Eduardo galeano)
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